4 de abril de 2013

Zaña: un lugar con historia


Hay un pueblo en el norte del Perú que en la época del virreinato fue una gran ciudad, es más, pudo haber llegado a ser la capital del Perú virreinal; no obstante, la naturaleza se encargó de dejarla en ruinas. La gente huyó del lugar y fueron a poblar Lambayeque, los pocos que quedaron volvieron a levantar con humildad un pequeño pueblo sobre los restos de lo que antes había sido la opulenta Zaña que hoy sobrevive gracias a la agricultura y siemore tratando de conservar su pasado histórico.

Luego de pasar un par de días en Pacasmayo nos dirigimos a Chiclayo para visitar a mi papá y pasar la noche de año nuevo antes de continuar nuestro viaje hacia Tumbes. A la altura del km 740 de la Panamericana Norte divisamos el letrero que indicaban la entrada a Zaña. Son 10 km de pista asfaltada que separan el pueblo y la Panamericana, nada comparando con los 30 km que nos faltaban para llegar a Chiclayo y como nos moríamos de hambre y curiosidad nos desviamos rumbo a Zaña para almorzar.

La curiosidad se debía a unos recuerdos vagos que tenía del tiempo del colegio. Resulta que una tarde pasamos por ese lugar luego de haber visitado la tumba del Señor de Sipán, era un paseo del colegio y el chofer del bus tomó esa ruta para no tener que regresar por Chiclayo y ahorrarse unos cuantos kilómetros. Yo estaba medio dormido, y al asomar la cabeza por la ventana vi unos arcos y pilares de adobe en ruinas, no les presté atención, tampoco presté atención a lo que contaba el chofer del bus, historias de terremotos, inundaciones, piratas, castigos divinos y capitales del Perú. Me quedé dormido y crecí creyendo que lo que había visto se trataba de las ruinas de alguna antigua hacienda azucarera de las tantas que hay por el norte. Nada más lejos de la realidad.

Llegamos a Zaña y buscamos un lugar para comer, fue difícil, no había nadie en las calles, quizá por el calor, quizá porque la gente se estaría preparando para recibir el año nuevo esa noche. Dimos un par de vueltas y me gustó que todo estaba limpio, las casas con sus paredes pintadas, las calles con las pistas y sus veredas como nuevas, y a pesar de la antigüedad de las casas parecía como si Zaña recién hubiese sido construida. Al fin encontramos a alguien quien nos indicó dónde encontrar un restaurante. Fuimos, comimos y pagamos la cuenta. Mientras pagaba le pregunté a la señora que nos atendió por dónde llegaba a las ruinas de la hacienda, la señora me miró con cara de confusión. Me dijo que las únicas ruinas que hay en Zaña son las de las Iglesias y que la única hacienda cerca era la de Cayaltí. Después de escuchar eso quien estaba confundido era yo. Seguimos sus indicaciones y llegamos al convento de San Agustín. Luego de visitar el Convento-Museo y de conversar con el chico que vendía las entradas al lugar, despejamos las dudas y ahora les cuento un poco la fascinante historia de este lugar. 

Entrada del convento de San Agustín


Su historia

Zaña fue fundada en noviembre de 1563 con el nombre de Villa Santiago de Miraflores de Zaña, hasta antes de su fundación esta zona era habitada por descendientes de los Mochica quienes habían hecho importantes obras de regadío para llevar agua a sus cultivos. Cuando llegaron los españoles vieron lo fértil que era este valle y desplazaron a los indígenas hacia los cerros aledaños para aprovechar estos canales. Además porque ésta era también una zona estratégica por estar a medio camino ente la costa y los pueblos de la sierra y entre los valles de Lambayeque y Jequetepeque,


Los españoles también trajeron esclavos desde África para trabajar en los campos y no pasó mucho tiempo para que Zaña alcanzara renombre y rivalizara con Trujillo para convertirse en la segunda ciudad del Perú. Destacaba también por su arquitectura y la llamaban  la "Pequeña Potosí" y también la “Sevilla del Perú”, tenía siete iglesias principales, casonas y palacetes; todos diseñados por artistas españoles y construidos por indígenas de la región.

Arcos en el patio del convento.


Tal era la riqueza y la fama de Zaña que en marzo de 1686 fue zaqueada por el pirata británico Edward Davis quien arrasó con todo lo que encontró a su paso y que además de llevarse un gran botín ─cuentan por ahí─ secuestró a una joven de alcurnia para pedir un cuantioso rescate por ella. Su familia pago el rescate; pero la joven nunca regresó. Dicen que se enamoró del pirata y se fue con él.

Esta ave nos miraba con desconfianza desde lo que quedaba de la cúpula.


Luego de recuperarse de esta desgracia, en marzo de 1720, llovió tanto que las aguas del río Zaña se desbordaron y arrasaron con todo lo que encontraron a su paso, sobreviviendo sólo algunos muros y pilares de cuatro iglesias del lugar, muchos consideraron esta tragedia un castigo divino, debido a los ritos paganos y orgías que practicaba la población. Después de esta desgracia, la mayoría de sus habitantes emigraron a poblados aledaños, especialmente a Lambayeque y allí volvieron a construir sus lujosas mansiones. Los que quedaron, en su mayoría esclavos e indígenas, reconstruyeron el lugar, por este motivo el 90% de la población de Zaña es afrodescendiente, y junto al pueblo de Capote (distrito de Picsi), conforman las dos únicas poblaciones de afrodescendientes que persisten al tiempo en el departamento de Lambayeque.

Ruinas de lo que fue la Iglesia Matriz de Zaña.

Lo que queda de la Iglesia de San Francisco.

Iglesia de la Merced, sólo quedan la fachada y una pared lateral.

Y esa fue la singular historia de este enigmático lugar. Seguimos las indicaciones del chico que vendía las entradas para llegar a las otras ruinas que están en medio de la campiña. También nos topamos con el río causante de la ruina de esta esta antigua ciudad. Allí encontramos un puente colgante por donde, dicen, cruzaban los esclavos. La verdad después de ver el río y las ruinas resulta difícil creer que este haya causado tal daño y que antes de eso haya existido una gran ciudad. Cruzamos el puente (uno de cemento que está al lado del colgante) y luego de un kilómetro llegamos a un pueblito de gente muy sonriente llamado La Otra Banda.

Antiguo puente colgante y el manso río Zaña, quién pensaría que ese río destruiría una ciudad.

La plaza del pequeño pueblo cruzando el río Zaña.

Iglesia y pileta del pueblo.

Regresamos al pueblo y visitamos la plaza. Allí encontramos cuatro estatuas representando cuatro oficios, me llamó la atención que tres de ellas eran personas negras. Después de dar unas vueltas por la plaza nos fuimos a Cayaltí creyendo que eso era todo lo que había para conocer en Zaña.

Este negrito se dedica a picar piedras.

La plaza de Zaña.

Cayaltí 

Está a unos tres kilómetros de Zaña, por una pista asfaltada. Cuando llegamos encontramos mayor movimiento que en Zaña, la gente y los niños caminaba y jugaban por la calle, había una feria en la plaza y ésta estaba adornada con motivos navideños. Dimos una vuelta por la casa hacienda y el ingenio azucarero que parece abandonado y salimos de allí rumbo a la Panamericana.

Casa hacienda de Cayaltí


El ingenio azucarero hoy luce abandonado.

Esa tarde nos fuimos de Zaña sin saber todo lo que nos faltaba por conocer, el chico de las entradas sólo me había contado lo de la inundación, todo lo demás lo investigué al llegar a Lima, y después de leer conocí su sorprendente historia, además que recién ahí pude comprender el porqué de las estatuas de los negritos de la plaza. Hasta ese momento creía que los esclavos estuvieron sólo en Lima e Ica; aún me queda mucho Perú por descubrir y claro, su sorprendente historia.

Zaña quiere llegar a ser un importante centro turístico en el departamento de Lambayeque y su gente se esfuerza por conseguirlo, su pueblo limpio y ordenado es prueba de ello. Por otro lado en el 2005 se inauguró El Museo Afroperuano, el primero en su género y donde se dedican a salvaguardar y difundir el patrimonio de los afrodescendientes de la región. Y no sólo me perdí de conocer el museo, sino también de probar los dulces regionales que se producen en el lugar. Se dice que los mejores los podemos encontrar en la casita de Doña Aurora Donayre que está frente a la entrada del Convento de San Agustín y cuya receta ha pasado de generación en generación. Por último me perdí también de escuchar las décimas que son una tradición entre los habitantes en este pueblo y que con mucho orgullo las cantan y recitan a todos los visitantes que estén prestos a escucharlos. Será para la próxima vez que visite este lugar.

Esta aventura inicia en este antiguo puerto  y continua en este otro puerto.

Puedes ver más fotos en el álbum de Facebook.


Mapa:

Por: Jorge David Cachay Salcedo

4 comentarios:

  1. Gracias entre de casualidad a tu pagina y me enganché rápidamente. Espero regresar algún día a Zaña y comentarte como me fue. Saludos

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    1. Hola, gracias por tu comentario. Zaña tiene más secretos por descubrir, espero nos compartas los que descubras.

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  2. Me gustaría saber si se puede realizar cabalgatas por la zona. Gracias de antemano por la respuesta

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    1. Hola, no he visto que ofrezcan el servicio de paseos a caballo. Pero si consigues que algún poblador de la campiña tr alquile sus caballos de seguro que será una bonita experiencia.

      Saludos

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