30 de mayo de 2017

Cuando sin planearlo descubres la selva central


Es en ocasiones como esta cuando se nota la diferencia entre viajar como turista para conocer algo específico y viajar recorriendo la carretera libremente simplemente por el placer de viajar preguntándose qué cosas nuevas encontraré en la siguiente curva. Y eso fue lo que nos pasó en esta ocasión.

Confieso que nuestro recorrido inició como un viaje turístico porque íbamos con nuestros amigos y debía ser cuidadoso pues no sabía que tanto les podría gustar la aventura; así que planifique bien la ruta y los lugares para conocer, nada de desviarse por ningún camino desconocido como suele pasar cuando la curiosidad me gana. Y la mitad del viaje fue así hasta que nos agarró el soroche y tuvimos que cambiar los planes y huir de la altura sin completar nuestro riguroso itinerario turístico. Al menos, a pesar del mal de altura, esta vez sí llegamos a recorrer parte del bosque de piedras de Huayllay

Rogger y Varinhia, nuestros compañeros de viaje, querían regresar a Lima; pero de algún modo los convencí para ir a tierras más bajas y menos frías y ver qué podíamos conocer por ahí ya que todavía nos quedaban dos días libres. Fue así como llegamos a Tarma y mientras disfrutábamos un suculento y reparador almuerzo en un restaurante frente a la plaza nos pusimos a pensar a dónde ir.

Se nos ocurrió recorrer la selva central, todos los lugares que pudiéramos mientras nos alcanzara el tiempo. Buscamos en el mapa los nombres de todas esas ciudades y pueblos de los que siempre escuchamos: La Merced, San Ramón, Pozuzo, Satipo, Villa Rica, Chanchamayo, Pichanaki y que; sin embargo, ninguno conocía. Rogger nos contó que ya había estado por esas tierras; pero como había ido de muy niño ya no se acordaba de nada así que era como que recién iba a conocer. Además con la caja de cambios del auto comportándose como ya les había contado aquí, descartamos las opciones que tenían que ver que con ciudades de sierra y altura.

Cuando vimos la ruta en el mapa aprendimos algo más sobre la geografía de nuestro Perú. Chanchamayo no es ni una ciudad ni un pueblo, es el nombre de la provincia y distrito, cuya capital es La Merced; Pichanaki y Satipo también forman parte de la selva central, pero están por otras latitudes; Villa Rica está camino a Oxapampa, pero por una ruta alterna y por último, Pozuzo estaba demasiado lejos y el tiempo no nos alcanzaría para llegar hasta allá. Entonces nuestro recorrido se limitaría a San Ramón, La Merced y Oxapampa y lo que podrías conocer en medio de estas ciudades. Así que ahora paso a contarles sobre la ruta y cómo nos fue.

Pan de Azúcar

Al día siguiente, mientras la ciudad terminaba de despertar, salimos a descubrir la selva central. Yésica estaba más que emocionada y curiosa, nunca antes había estado en la selva y quería entender el porqué a mí me encanta la selva. Por mi parte estaba ansioso de recorrer esta zona porque hacía tiempo que quería sacarla de mi lista de lugares que me faltan conocer del Perú. Camila ni qué decir, ella siempre está feliz de viajar y conocer. Por su lado, Varinhia y Rogger, también estaban contentos aunque algo preocupados por un pronostico de lluvia que mostraba una aplicación del celular.

Después de algunos kilómetros en bajada y muchas curvas el paisaje cambia totalmente. Atrás dejamos la rala vegetación serrana para entrar a un paisaje montañoso con verdes y exuberantes bosques. 

Atrás dejamos los paisajes de tonos amarillos de la sierra por este verde intenso de ceja de selva.

Atrás también dejamos los 3,000 metros de altura y el friecito matutino de Tarma por un clima caluroso y pleno en oxígeno que nuestros pulmones agradecían, estábamos ya al rededor de los 1,500 metros de altura.

Al carro también le hizo bien el oxígeno extra en el aire, la caja de cambios ya empezaba a comportarse de una manera  decente o quizá era porque la carretera iba de bajada, no lo sabríamos hasta después cuando empezamos a subir a Oxapampa. Como sea, fue en estas latitudes en las que viajar sin apuro y sin plan específico nos trajo nuestras primera sorpresa. Hicimos nuestra primera parada, en un lugar llamado Pan de Azúcar.

Considero que este es un punto de parada obligatoria en la carretera pues a parte de estirar las piernas pueden disfrutar del paisaje desde un mirador y dos caídas de agua. El mirador está en un pequeño cerro al costado del puente. Intentamos subir, pero a medio camino nos regresamos pues éste es muy angosto y empinado.

Al otro lado del puente hay una linda cascada que cae por una quebrada. También hay un camino que sube a la parte alta, éste es más fácil de transitar y va por entre la vegetación, Camila se sentía como Mowgli en medio de la vegetación y mirando detenidamente cada insecto que se cruzaba por ahí. Sobre la cascada encontramos un pequeño puente colgante que cruza la quebrada, el camino continua, pero nosotros preferimos quedarnos un rato allí disfrutando del sonido que producía el agua al golpear las rocas.

Luego nos pusimos a buscar el Velo de novia, la otra caída de agua, y por más que hay muchos letreros que indican su ubicación nunca la pudimos hallar. No es que los letreros estén mal, si no que estábamos al final de la época sin lluvias y pues ni modo, no caía agua. Pero esta cascada debe ser lo mejor del lugar porque cuando cae el agua se forma un túnel entre la caída de agua y la montaña.

Cascada en la quebrada.


Puente sobre la cascada en la quebrada.


Sin saber pasamos varias veces por dentro del Velo de novia. Cuando hay agua, ésta cae por el lado izquierdo, entonces tendríamos un interesante túnel formado por el agua que cae y la montaña.

Puente Pan de Azúcar, cuando el Velo de novia está activo, lo que se vería es agua cayendo frente a ti como una ducha.

Varinhia y Rogger, nuestros compañeros en esta aventura.

En esta ocasión tuvimos mala suerte, espero que la próxima que pasemos por allí sí podamos disfrutar del Velo de novia. Y una recomendación para cuando paren en este lugar, a unos 20 metros pasando el puente hay un amplio estacionamiento a la derecha de la carretera.

Cascada del Tirol

Continuamos en la ruta hacia nuestro próximo destino y mientras los kilómetros para llegar a San Ramón iban disminuyendo de uno en uno, la temperatura iba subiendo de dos en dos grados.

Para suerte nuestra, en plena carretera, encontramos algunas tiendas de frutas y bebidas que se convirtieron, a pesar de estar rodeados de vegetación, en nuestro oasis donde aplacamos el calor con una refrescante agüita de coco heladita.

Yo quiero tomar agüita de coco... estoy de sed... 


Llegando a San Ramón nos pasó algo paradójico. Por andar atentos de cuál sería la entrada al pueblo, nos pasamos de largo y nunca pudimos ingresar; lo que en parte fue bueno pues al seguir de largo por la carretera cruzamos un puente y vimos un letrero que decía: Catarata del Tirol 5 km y nos desviamos hacía allá.

Nos desviamos para no perder la costumbre de salir de la ruta a curiosear y porque creíamos que era una caída de agua al costado del camino como las del puente Pan de Azúcar. La sorpresa vino luego cuando llegamos a un punto donde teníamos que estacionar para seguir a pie por un sendero de más o menos 2 km en medio de la selva y con ese tremendo calor. Felizmente hacía poco que Camila había tenido su primera caminata así que ya estaba preparada para recorrer este sendero.

El inicio de la caminata fue penoso tanto por la ligera subida como también por el calor; pero a medida que íbamos adentrándonos en la vegetación, ésta nos proveía sombra y frescura además que había tantas cosas para ver que luego de un rato nos olvidamos del calor, la distancia y el cansancio.

Rama con hojas rojas.

Encontramos un sin fin de mariposas de diferentes colores. Había una enorme de color azul tornasolado que nunca pude fotografiar.

Hoja espinosa. 

Pequeñas cascadas.


Exuberante selva.

El camino hacia la catarata del Tirol.


Hace siglos que no veía una de estas flores en color blanco.
 
Los musgos que crecían en las rocas parecían selvas en miniatura.


Además de las mariposas hay un montón de insectos para fotografiar; pero con tanta gente caminando y haciendo ruido por ahí es muy complicado.

Y al fin, luego de casi una hora caminando llegamos a la catarata del Tirol.


Cuando llegamos a la catarata encontramos más gente de lo que habíamos imaginado. El ambiente era alegre, todos gozando de las frías aguas que caen con gran potencia. Muchos iban justo bajo la misma catarata, que cae de más de 30 metros de altura, para tomarse una foto. Cuando llegó mi turno no aguante mucho, desde esa altura el agua duele.

El baño con agua fría nos quitó el cansancio y nos abrió el apetito. La caminata de regreso la hicimos en menos tiempo y hasta sentimos que la distancia fue más corta. Quizá porque la gravedad estaba a nuestro favor o quizá porque ahora urgía aplacar el hambre más que el calor.

La Merced

Saliendo del desvío hacia el Tirol continuamos nuestro recorrido por la carretera sin perder la esperanza de encontrar el ingreso a San Ramón para almorzar. Sin embargo, terminamos saliendo de la pequeña urbe sin darnos cuenta y así también sin darnos cuenta, a los pocos kilómetros, llegamos a La Merced. Aquí la carretera pasa por un costado de la ciudad, del mismo modo que en San Ramón; así que esta vez mejor preguntamos cómo llegar a la plaza para no terminar pasando de largo.

La Merced es la capital del distrito de Chanchamayo y de la provincia homónima. Es por ello que esta ciudad es la más desarrollada y bulliciosa que habíamos visto hasta el momento. Y mientras toda la gente andaba ocupada en sus quehaceres, nosotros solo buscábamos algo rico y típico para comer. Cerca de la plaza encontramos, supuestamente, la mejor opción.

A un costado de la iglesia, formados en una hilera, encontramos puestos con comida que se veía tentadora. Sin miedo a equivocarme sugerí para comer allí, en teoría esta comida siempre es la mejor; mas en esta ocasión, y con el perdón de la gente de Chanchamayo, no nos gustó tanto que digamos.

Permítanme explicarlo mejor, lo que comimos no tenía mal sabor, todo lo contrario; pero la textura no parecía la de comida fresca. Igual comimos todo, no quisimos ser inoportunos con la señora que con mucha amabilidad nos atendió, quizá ese sea el estilo de cocción de los alimentos del lugar.


Iglesia principal de La Merced.

Plaza de armas de La Merced.


Nos estaba agarrando la tentación de quedarnos a ver que más podíamos conocer en La Merced, además la aplicación del celular de Rogger seguía anunciando lluvia aunque las nubes se veían amistosas. Sin embargo nuestro viaje era de exploración y de aventura, y la lluvia es parte de ello. Así que luego de entrar a un par de tiendas a ver la variedad de rico café que se produce en la zona y dar una vuelta por la plaza principal y otra que está detrás de la iglesia, a eso de las 4 de la tarde, salimos rumbo a Oxapampa; con muchas expectativas por todo lo bueno que dicen de este lugar.

Oxapampa

Saliendo de La Merced la carretera es de curvas amplias y una ligera pendiente a favor que facilita avanzar por ella. Hasta allí el Citoën C4 en el que íbamos se estaba desenvolviendo bien y rápidamente llegamos al puente Paucartambo.

Es cruzando este puente donde la carretera se divide y tenemos dos rutas para llegar a Oxapampa. Por la izquierda la carretera va directo; mientras por la derecha primero llegas a Villa Rica. Esta última ruta es 15 km más larga, lo que es nada para todo lo que ya habíamos recorrido hasta allí. Lo que en realidad nos hizo desistir de conocer Villa Rica es que pasando esta ciudad la carretera a Oxapampa es afirmada y optamos por la ruta directa y totalmente asfaltada. 

Cruzar ese puente también significa pasar del departamento de Junín al de Pasco. Y mientras íbamos subiendo por la carretera pensaba en el giro que dio este viaje. Solo dos días atrás nos moríamos de frío a más de 4,000 metros de altura en el departamento de Pasco y ahora nuevamente en Pasco; pero de calor a unos 700 metros de altura.

Y andaba yo divagando en esos pensamientos geográfico y climáticos, mientras seguíamos subiendo, cuando el sonido de las aves y monos y sabe Dios qué otros animales me devuelve a la realidad. Y vaya qué realidad porque la subida cada vez se ponía más empinada y las curvas más cerradas y la caja de cambios del Citroën nuevamente, como cuando íbámos a Huayllay, empezó a meter los cambios cuando a ella se le antojaba y no cuando yo necesitaba. Fue una subida muy tediosa. 

Al menos los animales nos hacían compañía desde el espeso follaje de los árboles. No los podíamos ver y al parecer yo era el único que los escuchaba, quizá andaban con los oídos tapados por la subida y tanta curva, en verdad es una de las carreteras más sinuosas que he recorrido. De pronto oscureció, los animales ya no se oían más, las curvas se enderezaron y la lluvia nunca calló. A lo lejos vimos las luces de una ciudad, al fin Oxapampa.

Al llegar nos llevamos una bonita impresión. Una ciudad tranquila, limpia, ordenada y con unas casitas que no te cansas de ver. Una vez en la plaza nuestra primera tarea fue buscar hospedaje. Encontramos uno cómodo y económico a una cuadra de la plaza, todos los demás nos parecían demasiado caros y no dudo que valgan lo que cobran; pero el lujo no era nuestra prioridad. La segunda tarea fue buscar comida y encontramos un restaurante muy bonito y de rica comida en el lado norte de la plaza, es una pena que no recuerde el nombre.

Y me pregunto si se estarán preguntando porque tanto texto sobre Oxapampa y ninguna foto. Bueno, por alguna extraña razón dejé la cámara en el auto y solo salimos a caminar por ahí, sin más ni más. Y bueno, creo que ese es motivo más que suficiente para regresar ni bien se pueda para tomar fotos de este bonito lugar.

La única foto que le saqué a Oxapampa. Qué penita, tendré que regresar para tomar más fotos ;)
Rogger y Varinhia, nuestros amigos viajeros.

Camila de fotógrafa. Gracias Vari por la foto. Sony, págame por la publicidad.

Al día siguiente y luego de una rica noche de descanso nos preparamos para recorrer los 400 km de regreso a Lima. Salimos casi a las 10 a.m. de Oxapampa y solo paramos tres veces: en San Ramón para comprar fruta, en San Mateo para comer algo y antes de entrar a Chosica para que laven el carro mientras el sol caía entre los cerros.

Como casi no paramos ahora apreciamos la ruta y los cambios de paisaje y clima en ella. Pasar de la vegetación abundante y verde de la selva a la sierra de ralos bosques y pequeñas plantas, para luego llegar a la puna donde solo crece el amarillento ichu y nuevamente descender para llegar a los áridos cerros con uno que otro cactus de la capital. Es una variedad de paisajes que ayuda a entender el porqué dicen que en el Perú están condensados todos los climas del mundo.

Y así fue como este viaje que inició camino al bosque de piedras de Huayllay terminó, gracias al soroche, en Oxapampa. Fue un viaje rápido y no conocimos más que lo que estaba en la misma ruta, sabemos que hay más lugares maravillosos por descubrir allá; pero al final llegamos a casa cansados y contentos por haber estado en un pedazo del Perú que hasta dos atrás no conocíamos.


Puedes ver más fotos en el álbum de Facebook.


Prepárate para el viaje

Distancias: (aproximadas)

Total recorrido desde Tarma - San Ramón - La Merced - Oxapampa: 148 km.
Tarma - Pan de Azúcar: 50 km.
Pan de Azúcar - San Ramón: 12 km.
San Ramón - La Merced: 11 km.
La Merced - Oxapampa: 75 km.

Carretera: 

Toda la carretera está pavimentada excepto en la zona de la quebrada de Yanango donde están construyendo un túnel que pasará justo por debajo de la ruta de huayco de la quebrada (eso será interesante en época de lluvias). Subiendo del puente Paucartambo hacia Oxapampa la carretera e demasiado sinuosa, imposible adelantar, tomen sus precauciones.

Grifos: En Tarma, San Ramón, La Merced y Oxapampa. De preferencia llenar el tanque en Tarma para llegar de una sola hasta Oxapampa.

Dónde comer: Hay comida en las ciudades y también la ruta, pero elijan bien dónde comerán.

Dónde quedarse: En Tarma, La Merced y Oxapampa hay buena oferta hotelera. En Oxapampa los hospedajes son caros. Nosotros nos quedamos en uno bueno y a buen precio en el Jr. Bolivar, cerca a la plaza, entre Jr. Grau y Jr. Tomas Schaus. 

Mapa:


Por: Jorge David Cachay Salcedo
Leer más »
24 de enero de 2017

Catarata de Huanano - El primer trekking de Camila


Aún recuerdo la primera vez que fuimos a Machu Picchu, yo tenía 8 años y mi hermana 6. Por aquellos días, no existían tantas restricciones de seguridad como las de ahora, tampoco había que separar cupo para subir al Huayna Picchu. Fue en esas circunstancias en que, luego de recorrer cada rincón de la ciudadela, mi papá nos llevó a la caseta para registrarnos y subir esa montaña que caracteriza al complejo. Y así fue que, después de subir entre barro, piedras, muchos helechos y musgos, y ayudándonos de gruesas cuerdas llegamos a la cima coronada de andenes e inmensas rocas. Fue una experiencia única e inolvidable.

Y qué tiene que ver todo eso con el destino de hoy, pues que a Camila, mi hija de 5 años, le había llegado la hora de hacer su primer trekking. Quizá no fue un camino tan escarpado como el que me tocó subir; pero mi flacucha subió sin cansarse ni protestar y siempre con una sonrisa; y eso me llenó de orgullo, así fue como debió sentirse mi papá cuando llegamos a la cima del Huayna Picchu.

Allí casuales, subiendo al Huayna Picchu en 1988.

En la cima del Huayna Picchu.


Todo empezó un fin de semana cualquiera de noviembre, uno de esos en los que te levantas tarde; pero con ganas de hacer algo. Sin embargo la pereza era más fuerte y para tratar de vencerla nos pusimos en contacto con unos amigos para ver si tenían planes o si se les ocurría algo. De esa conversación, salió ir a San Jerónimo de Surco.

San Jerónimo de Surco es un pueblo con agradable clima, a unos 2,000 metros de altura y a poco más de 30 km de Chosica. Para llegar a él hay dos ingresos, uno está exactamente en el km 66 de la carretera Central  justo antes de cruzar el puente Surco; el otro a 750 metros más allá cruzando el puente. 

Como leen, no está tan lejos ni es difícil llegar; por lo que es una buena alternativa para salir de la ciudad un día cualquiera. Y si se preguntan ¿qué es lo que podrían hacer en este pueblo? pues les cuento que su principal atractivo son un par de caídas de agua a las que se llega caminando; así que si estás en Lima y te provoca andar por ahí en medio de la naturaleza aquí tienes una alternativa para hacer trekking con la familia o con los amigos. Y así fue como ese fin de semana cualquiera nos fuimos para allá a conocer la catarata de Huanano.

A San Jerónimo llegamos como a las 2 de la tarde, el pueblo se veía festivo con gente alegre yendo y viniendo. En una explanada frente a la iglesia había una feria de comidas. Nosotros habíamos llevado nuestro propio almuerzo, esos que se preparan a la volada cuando tienes que salir rápido: arroz con atún. El sol calentaba y buscamos un lugar con sombra para poder comer. Encontramos el lugar perfecto a un costado de la iglesia, entre ésta y la plaza, allí nos estacionamos y sacamos nuestro delicioso banquete.

Nuestro grupo era de lo más variopinto, y permítanme describirlo para dejar claro que no hay excusa para no ir a caminar por este sendero. Éramos 11: Camila, Yesy y yo por un lado; por el otro estaban nuestros amigos con sus tres hijos de 16, 10 y 5 años; y por último 3 amigos solteros, dos de ellas "llenitas de puro amor" y el enamorado de una de ellas.

Después de comer nos entró la duda de si sería sensato caminar hasta la catarata. Ninguno conocía, ninguno sabía cuánto tiempo nos tomaría, el sol calentaba, ya se hacía tarde y, claro, debíamos pensar en los niños pequeños que podrían cansarse; pero vamos, todo eso no eran más que excusas de perezosos. Se me vino a la mente mi ascenso al Hayna Picchu y no recordaba para nada haberme cansado, lo que sí recuerdo clarito es que esa fue toda una aventura y por supuesto la satisfacción de haber llegado hasta la misma punta como ningún otro niño antes en el planeta ─no creo que sea así, pero eso me gusta pensar─. Bueno lograr algo así a esa edad hace que uno se siente invencible y quiero que Camila guarde recuerdos así en su memoria.

Así que dejando la pereza atrás nos levantamos y salimos a conquistar esta ruta de un par de kilómetros, con un ascenso no tan pronunciado y que a pesar de estar con un par de niños de 5 años lo hicimos en media hora; tal y como dijo la señora que nos cobró los dos soles, por persona, para entrar al lugar.

Y bueno, ya van muchas palabras y ninguna foto, por lo que paso a mostrar algunas imágenes que nos dejó la ruta hacia la catarata de Huanano.

Saliendo del pueblo. En nuestra sierra a las paredes de las casas no suelen estar pintadas y eso contrastan con puertas y ventanas que casi siempre tienen colores vivos.

Alguna vez fueron coloridas flores.

Deliciosa granada a un costado del camino, lástima que estaba verde.

Los dos soles que se pagan no son por nada.

Sirven para el mantenimiento del camino. Éste está en muy buen estado y totalmente señalizado, imposible perderse o sufrir algún percanse.

Tierna mirada de este perrito que me observaba a través de la cerca. Eso pensé hasta que me acerqué un poco más y empezó a ladrarme como endemoniado.

Un poco de color con estas flores.


 
Tunas floreciendo.

Allí están mis dos flacas tomando un descanso.

Ni el calor ni la subida son un contratiempo para Camila. Ella empezó a viajar con nosotros desde los 2 meses de nacida, ya está acostumbrada a ir por ahí y por allá; pero ésta fue su primera prueba de resistencia física.

Siga Ud.

Cuando estén en este punto han de saber que ya falta poco para llegar.

Y al fin en la catarata. Fuimos justo para el final de la época seca, había poca agua. En tiempo de lluvia esto debe ser impresionante.

Al fin un buen descanso.
 
A jugar con el agua fría. Nada mejor que eso.

Casi nunca salgo en las fotos. Aproveché el pánico y me saqué ésta.

Catarata de Huanano. Es más grande de lo que parece, debe tener unos 30 metros de altura.

Lindas ellas.



Encontré esta colorida araña antes de irnos.


Tara.


Las semillas de este árbol parecían algodón.


La última flor de esa rama.


Ese día la pasamos genial y el lugar está tan cerca que no fue necesario madrugar, fue un paseo de medio día que salió así como así para escapar de la pereza. Además la caminata no es tan exigente por lo que puede participar toda la familia desde el más peque hasta el abuelito.

La otra catarata que nos ofrece San Jerónimo de Surco es Palacala y si quieren llegar a ella es necesario ir temprano pues es un ascenso de 9 km. Nosotros la dejaremos para otra ocasión, cuando Camila esté más grande y pueda recorrer esa distancia sin problemas.


Más fotos de esta corta aventura en este álbum de Facebook.
Leer más »