28 de diciembre de 2012

El Paraíso: Una playa con agua fría y caliente


Este lugar siempre pasó desapercibido para mí; cada vez que viajaba a Trujillo (soy de esa ciudad) pasaba por este tramo de la Panamericana Norte de noche, y si pasaba de día la niebla y la llovizna nunca me dejaron imaginar que en el km 136 de esta carretera encontraría una playa de la que quedaría encantado. El verano del 2011 salimos hacia el norte en busca de una playa tranquila y con poca gente donde pasar el día, el sol brillaba en el cielo y por primera vez en todos mis viajes noté que el tramo entre las Lomas de Lachay y Huacho estaba muy cerca del mar. Entre estos dos puntos, la carretera forma una recta de 32 km con algunas subidas y bajadas, después de llegar a la cima de una de estas lomas nuestros ojos vieron algo que no podían creer. Nos desviamos para comprobar de cerca lo que nuestros ojos estaban viendo, un mar completamente celeste.

El lugar se llama El Paraíso conformado por un conjunto de playas de aguas tranquilas, dos albuferas y el pequeño complejo arqueológico de Andurria. En el km 136 de la Panamericana Norte, hay un letrero que señala el desvío hacia estas playas, si desean visitar el complejo arqueológico existe un desvío a la altura del km 141 de fácil acceso si están en el sentido de norte a sur. El nombre del lugar es porque las dos lagunas son un paraíso para las aves que habitan en ellas, aunque también considero que la belleza de todo el conjunto tuvo mucho que ver en la elección de este nombre.


El camino 

Saliendo de la carretera encontramos un camino de tierra por el que es mejor ir lento por el mal estado, más adelante la tierra se pone pareja lo que permite ir rápido; sin embargo hay que tener cuidado porque también van a encontrar muchas huellas que se desvían a la derecha y podrían confundirlos, si bien no hay problema de seguir estas huellas porque todas se dirigen a la playa, hay que tener cuidado de no quedarse atollados, es preferible seguir el camino principal. Luego de pasar una casa hay una curva a la derecha y después una pendiente que lleva a la diversión.

Vista de la laguna antes de descender por la pendiente, al fondo se ve el mar.

Y es que unos metros más allá después de bajar la pendiente, la tierra se pone dura, plana y totalmente lisa haciendo posible correr sobre ella con mucha suavidad y si es que se animan pueden salir del camino y entrar a la parte seca de la laguna donde podrán correr libremente en cualquier dirección y hasta derrapar cual auto de rally; sólo una recomendación, si no cuentan con mucha experiencia en esto es mejor no salir del camino, la parte seca de la laguna es arena blanda con una fina capa de sal seca y endurecida, si bien se puede correr sin ningún problema sobre ella, si haces huellas muy profundas es fácil quedarse atollado.

La playa

Ese día salimos de la carretera sólo por curiosidad, nos llamó la atención el color celeste del mar y queríamos comprobar si era cierto o solo era el reflejo del cielo. Al llegar a la playa no pudimos salir del asombro, en realidad el agua estaba de color celeste, no cristalina como las playas del caribe; pero sí celeste, este color no es permanente a veces tiene otros tonos, luego supimos que los diferentes colores que toman las aguas se debe a ciertas algas que viven en ellas. La playa está formada por una franja de arena entre el mar y la albufera, el agua que desborda de esta última forma un pequeño río que desemboca al mar. Esta corriente es lenta y poco profunda, se puede cruzar con cualquier vehículo con mucha facilidad; pero eso sí, hay que tener cuidado dónde se estacionan porque la marea puede subir y el trayecto de la corriente variar y pueden terminar con el carro hundido bajo el agua y la arena.

Esta vista fue la que nos animó a salir de la carretera.

Es mejor tener cuidado cuando se estacionan, la marea puede cambiar el trayecto de la corriente y pueden terminar atrapados.

El mar es tranquilo como una piscina con pequeñas olas, el agua es fría, si son algo friolentos pueden bañarse con el agua que sale de la laguna, esta es tibia o caliente dependiendo de cuanto sol hay, no es profunda y pueden echarse en el agua sin temor a ahogarse para que la corriente les dé un suave masaje, muy relajante por cierto. Solamente le encuentro un defecto a esta playa y es el fuerte viento que levanta arena y se siente en la piel como pequeños pellizcos, esto es un poco incómodo. El viento sopla con dirección al mar, si somos creativos podemos estacionar el carro de tal manera que nos sirva como protección contra el viento. Y si somos más aventureros, podemos subir la loma que se encuentra a la izquierda, hay un camino que sube por ésta, al otro lado hay más playas, igual de hermosas, igual de tranquilas, pero hay una justo debajo de la loma que queda rodeada por los cerros y esto forma una protección natural contra el viento. De todas formas esto no debe desanimarnos porque el inconveniente del viento no es de todos los días.

Bañarse en la corriente es muy relajante.

Panorámica desde la cima de la loma, a la izquierda más playas por visitar, a la derecha la playa que está mejor protegida del viento.

La albufera

La laguna es una buena opción para los que aman las aves, no es profunda, se puede recorrer a pie, en algunas partes el suelo es fofo y podrían hundirse en el lodo, nunca se hundirán más arriba de los tobillos, si no les gusta esa sensación también pueden recorrerla por la orilla donde hay una vegetación como sacada de otro planeta, si caminan sobre estas planta es mejor hacerlo con los pies cubiertos, porque hay arañas. Sólo me queda una duda y es que si será posible recorrer esta laguna en balsa, kayak o canoa para poder acercarse un poco más a la aves y de paso evitar el lodo y las arañas. A pesar de estos pequeños inconvenientes explorar la albufera vale el esfuerzo, la variedad de aves y su belleza no tiene comparación.

Estas plantas parecen sacadas de otro planeta.

Un paraíso para las aves.


Hay que tener cuidado con las arañas que están entre la vegetación.

Los flamencos hicieron que todo el esfuerzo y las arañas valgan la pena.

Niños jugando en la laguna.

El final del día

La mañana pasó, era hora de comer, en la playa no hay ningún lugar donde comprar comida, si no llevan nada para el almuerzo ir a Huacho es la mejor opción, está cerca, sólo a 10 minutos luego de salir a la carretera y pasar el peaje. En Huacho fuimos a la plaza y encontramos dos restaurantes, en ambos se come muy rico. Luego fuimos a pasear al malecón, donde también está el centro comercial y terminamos el día con una fantástica puesta de sol.

No todos los días podemos ver atardeceres como este.

Haciéndole zoom al sol.

Aquí el relato de la segunda vez que fuimos a esta playa: De regreso al Paraíso

Puedes ver más fotos en el álbum de Facebook y más fotos aquí.

Prepárate para el viaje

Lugar: Km 136 de la Panamericana Norte.
Distancia: 7 km desde el desvío en la carretera.
El camino: Los 7 km son de tierra, que van desde el encalaminado al inicio hasta tierra plana y lisa al final.
Restaurantes: Ninguno en la zona de la playa, lo mejor es ir a Huacho.
Dónde quedarse: Se puede acampar a una distancia prudencial agua, la corriente del río que sale de la laguna puede variar con la marea.
Mapa: 



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4 de diciembre de 2012

Antioquía: El pueblo pintado de alegría


Una tarde teníamos que regresar de Pachacamac a Miraflores, como no teníamos ningún apuro ni nada más que hacer tomamos la ruta más larga que se nos podía ocurrir, regresar por un camino de tierra que sale a Cieneguilla, nunca habíamos ido por ahí y nos daba curiosidad conocer la zona. Era invierno, estaba lloviznando y el camino estaba lleno de lodo. Ya en Cieneguilla, en el óvalo, veo un letrero que decía Antioquía y recordé lo que había leído en Internet un par de años atrás sobre este pequeño pueblo: que era pintoresco, que sus casas estaban pintadas de colores, que estaba muy cerca de Lima, que el clima era magnífico, que siembran manzanas y membrillos, que eran más o menos 30 km; pero que llegabas en unas cuatro horas.

¡Cuatro horas para 30 km! El camino debe estar en muy mal estado, pensé. Pero qué más da, ya tenía el auto todo enlodado y eso le daba un look de todo terreno. Así que animado por su aspecto,  me pregunté ¿Qué tan lejos puede estar? 30 km no es mucho, además lo que había leído era de muchos años atrás (era un post o un artículo, no recuerdo, del 2006), así que posiblemente el camino esté mejor ahora. Era aproximadamente las 4:00 de la tarde y decidí seguir aquel letrero.

Resulta que Antioquía se encuentra en el km 65 de la carretera a Huarochirí. No sé dónde comienza el conteo de kilómetros de dicha carretera; pero desde el óvalo de Cieneguilla son aproximadamente 44 km hasta este pueblo que se pueden hacer en un par de horas yendo lento como para apreciar el paisaje y no maltratar el carro. Entonces, definitivamente, esas cuatro horas que había leído eran de un viaje desde Lima.

La ruta

Desde el óvalo de Cieneguilla, siguiendo la carretera, el camino estaba asfaltado, así que me llené de optimismo y seguí para adelante. Sin embargo, esto duró poco, porque a los 9 km se terminaba el asfalto y los restaurantes de Cieneguilla para dar paso a un camino de tierra y desolado.

Una niebla que no se animaba a tocar el suelo oscurecía todo y le daba un toque tenebroso al paisaje. El camino va junto al río Lurín y por partes es angosto. Al principio es solitario y desértico. La idea de dar media vuelta y regresar asomaba por mi cabeza cuando veo un letrero de lo que parecía ser la entrada a un condominio de campo, ahora ya no estábamos tan solos. A partir de ese lugar, el paisaje se puso algo alegre con la típica vegetación de cuando vas dejando la costa y entrando a la sierra, pero aún se veía oscuro.

Algo tenebroso al inicio.

Hay tres pueblos pequeños antes de llegar a Antioquía: Chontay, que está por un desvío a la derecha; Nieve Nieve, que tiene algunas casas pintadas como Antioquía; por último Sisicaya, con una vistosa iglesia. También hay algunos restaurantes campestres a los costados del camino. Entre Chontay y Sisicaya el camino estaba asfaltado así que pudimos avanzar rápido. Poco antes de llegar a Sisicaya la niebla empezó a desvanecerse dejando ver los rayos del sol, a pesar que éste ya se estaba ocultando el paisaje se iluminó y llenó de color dejándonos ver una puesta de sol fuera de lo común.

Al fin un poco de color.

Trenzando el horizonte.

Unos cuantos kilómetros pasando Sisicaya se terminó el asfalto. Nuevamente en la tierra, subiendo por el borde del cerro y con muchas curvas. Según nuestros cálculos ya deberíamos haber llegado a nuestro destino, ya habíamos recorrido más de 30 km y Antioquía no aparecía por ningún lado. Quizá pasamos algún desvío que lleva al pueblo sin darnos cuenta, nos dijimos. Felizmente encontramos a un joven caminando a un lado de la ruta, era un poblador de lugar, le preguntamos cuánto faltaba para llegar a Antioquía y nos dijo "aquí no más está, pasando esas curvas". Ya conozco el famoso "aquisito" así que supuse que aún faltaba mucho. Le preguntamos si iba para Antioquía. Nos respondió que sí. Le propusimos llevarlo y subió al carro. Cada vez que se da la oportunidad le damos una jaladita a las personas que encontramos por el camino, en parte para ayudar, en parte para mezclarnos un poco con la gente y nos cuenten algo sobre el lugar y en parte, sobre todo cuando no conocemos, para que nos guíen. Con este joven no pudimos conversar mucho porque, efectivamente, Antioquía estaba pasando las curvas. Finalmente llegamos a nuestro destino antes de que oscurezca.

El Pueblo

Llegamos un poco antes de las seis de la tarde. El pueblo estaba vacío, el claro oscuro del cielo le daba un aspecto fantasmal. Nos apresuramos y lo recorrimos. No era muy grande, dos calles que cruzan la plaza, cuatro cuadras en cada calle. Teníamos el pueblo para nosotros solos, ideal para tomar fotos, lástima que ya estaba oscuro, las pocas fotos que tomé no salieron del todo bien. Le dimos la vuelta completa en media hora, y anocheció.

Iglesia de Antioquía.

Antioquía está a 1,550 msnm. Las paredes de las casas están pintadas con dibujos de flores, aves, estrellas, etc. Si dejan salir a su niño interior, disfrutarán mucho este pueblo. Las calles son empedradas y están limpias; no tienen nombre ni numeración, en su lugar las casas llevan escrito el nombre de la familia. El motivo por el cual el Antioquía está decorada de esta manera es gracias a un proyecto llamado Colores para Antioquía (pueden leer más aquí).


Cuando terminamos de recorrer el pueblo encontramos un grupo de mujeres conversando bajo la luz de un poste en una esquina frente a la iglesia. Notamos luz que salía de algunas puertas abiertas, eran bodegas. Fue extraño, minutos antes todo estaba vació y cerrado ¿Será que los fantasmas salen cuando llega la noche? mmmm, no lo creo. ¿Quizá notaron nuestra llegada y abrieron sus tienditas para vender algo? Puede ser. Lo más seguro es que con el apuro de recorrer el lugar no notamos las tiendas abiertas. Sea como fuera, fue un alivio porque teníamos hambre. Compramos galletas y jugos, y nos sentamos en el muro de la iglesia frente a las señoras que conversaban. En la otra esquina de la calle, vimos un restaurante (demasiado tarde, ya habíamos comprado las galletas) de donde salían música y voces de personas. Comimos y regresamos a Lima.

Así de oscuro fue el regreso.

El regreso fue fácil, a pesar de la oscuridad. A las 8 de la noche ya estábamos en La Molina, con el auto lleno de tierra, pero contentos. A pesar de haber llegado casi de noche pudimos decir que Antioquía es un lugar muy agradable.

La segunda visita

La primera vez que fuimos a Antioquía no logramos conocer mucho. Aprovechamos el feriado de Semana Santa (abril 2012) para regresar. Ya conocíamos la ruta así que sabíamos lo que nos esperaba: llegar a Cieneguilla, rodar 9 km por asfalto, luego tierra hasta Chontay, nuevamente asfalto, pasar Sisicaya y nuevamente la tierra... ¡Ah! un momento... ¿Y la tierra...? Nos encontramos con una carretera asfaltada desde Chontay hasta Antioquía. Pasando Siscaya algunos trabajadores construían las cunetas y colocaban las barandas de contención en la nueva carretera.

Una casita en Nieve Nieve.

La iglesia de Sisicaya.

Esta es la nueva carretera.

Como habíamos salido de casa cerca del mediodía, al pasar por Nieve Nieve paramos para almorzar. Entramos en uno de los restaurantes del lugar, pedimos lomito saltado, bistec y trucha frita. La comida estuvo deliciosa y a buen precio. Mientras comíamos vimos muchos vehículos pasar. Seguimos nuestro camino y mientras subíamos por la carretera el cielo se nublo y empezó a llover. Llegamos a Antioquía y todo estaba mojado. Había mucha gente que se guarecía de la lluvia bajo los toldos de la feria en la plaza. Buscamos dónde estacionarnos, no había lugar, cada rincón del pueblo tenía un carro estacionado. Después de un par de vueltas, encontré un lugar propicio, no era muy amplio, felizmente mi auto es chico y lo estacioné como pude.


La torre de la iglesia.

Artesanías de la feria.

La lluvia me ayudo a tomar esta foto.




Esta vez fuimos al mirador que está en un cerro cruzando el estadio, lo suficientemente alto  como para tener una buena vista de la campiña y algunos pueblos cercanos a Antioquía. Lástima que por la lluvia no pude sacar mucho la cámara para tomar fotos. Bajamos del mirador y compramos membrillos, dos kilos por cuatro soles, me duraron un mes sin malograrse. Le dimos una vuelta al pueblo, esta vez sí pudimos apreciar mejor las casas con sus alegres colores. Así como sus casas la gente también es alegre y muy amable, hay guías dispuestos a mostrarse sus atractivos, uno de ellos es la visita a la campiña donde te muestran los productos que obtienen con la manzana y el membrillo, desde su siembra hasta su envasado. A parte del turismo, Antioquía subsiste de los productos que obtienen con estas y otras frutas.

Pueblo de Cochahuayco desde el mirador.

La casa municipal.

El pueblo es chico y cuenta con algunas comodidades. Un hospedaje, y si no me equivoco, también hay lugar para quedarse en la casa municipal, hay restaurantes y algunas bodegas. Ese día era el aniversario del pueblo y semana santa, ya podrán imaginar la cantidad de gente recorriendo Antioquía, sin embargo, estas instalaciones no serían suficientes para lo que pasaría después.

El huayco

Para evitar el tráfico salimos como a las cuatro de la tarde de Antioquía, además no habíamos llevado abrigo y la tarde se estaba poniendo fría. Íbamos lento, algunos cuantos autos que también regresaban me adelantaron. Poco después de pasamos por Nieve Nieve los autos que me habían adelantado estaban nuevamente subiendo con dirección a Antioquía, me pareció extraño, hasta que uno de los conductores me dijo que regresara porque un huayco había caído.

Pensé que quizá estaba exagerando y continué manejando. Luego otro conductor pasó y me dijo lo mismo, luego otro y otro. No hice caso y continué mi camino, nunca había visto un huayco y quería saber como era. No fue mucho lo que recorrimos y encontramos agua en el camino, metros más allá el agua se convirtió en lodo, un poco más y el lodo era barro. Para no atollar el auto lo estacioné a un costado, bajamos y fuimos caminando hasta el lugar del huayco.

Había gente curioseando por todos lados y caminar fue complicado, los zapatos se hundían, si no los tenías bien atados se quedaban pegados y con cada paso levantábamos un kilo de barro. A medida que avanzábamos veíamos como una capa marrón de lodo se movía lentamente sobre lo que antes era pasto verde. Recorrimos más o menos 300 metros y encontramos un grupo de personas paradas alrededor de algo.


Cuando llegamos al grupo la visión fue dantesca. El huayco aún estaba cayendo, pasando, corriendo, deslizándose, la verdad no sé qué palabra emplear porque del cerro caían lodo, piedras, troncos a gran velocidad. El huayco había cortado la carretera para formar un mini río, y al otro lado, una casa partida por la mitad, con piedras y barro dentro de lo que quedaba en pie. Los dueños trataban de salvar lo poco que quedaba, no había como ayudar. Fue triste.





No tuvimos nada más que hacer que volver a Nieve Nieve, en esas condiciones y con la velocidad con la que caía el agua ni un Caterpillar podía pasar. Llegamos casi de noche, como fuimos de los primeros en llegar encontramos un buen lugar donde estacionarnos. Los carros iban llegando de a pocos, algunos incrédulos o curiosos seguían de largo, pero regresaban a los pocos minutos. Todos estacionaban como podían. La lluvia no paraba, ni  la gente que llegaba. A las siete de la noche no cabía ni un vehículo más.

Nieve Nieve es un pueblo cuya calle principal es la carretera, tiene un par de calles más que suben hacía el cerro como una cuadra, y nada más. Esa noche los restaurantes no se daban abasto para vender tanta comida, y no sé de dónde apareció alguien que vendía ponchos de plástico para la lluvia. Cuando supimos que en Antioquía ya se habían agotado las habitaciones para dormir las teorías de cómo regresar a Lima empezaron a circular, una de ellas era tomar una ruta que salía por la carretera central, y que tomaba como 8 horas; para tanto tiempo, prefería quedarme a dormir bajo la lluvia.

A las nueve de la noche el aburrimiento se notaba en la cara de las personas y el ambiente se estaba poniendo tenso porque algunos conductores calculaban que el huayco ya había parado y proponían cruzar por encima de las piedra, era buena idea si tenías una camioneta de doble tracción, pero la cantidad de carros era tal y se habían estacionado con tanto desorden que no se podía ir ni para adelante ni para atrás. En el momento en que el chofer de una camioneta estaba por pelear con el de un auto porque no le dejaba pasar (no entiendo a dónde quería pasar el de la camioneta, si nadie podía moverse) llegó el alcalde de Antioquía con una excavadora frontal. La salvación había llegado, el pequeño detalle es que no podía pasar.

A la mala todos los vehículos que estorbaban tuvieron que salir, y claro, luego de salir tuvieron que cederle el paso a la excavadora. Como les contaba, había encontrado un buen lugar donde estacionarme y cuando la excavadora pasó a mi lado, dejé que un auto pase delante del mío y luego entré detrás. Resumiendo, sería el segundo en pasar después que arreglaran el camino (no quería sufrir con el tráfico). Llegamos al lugar del huayco, y la excavadora hizo su trabajo. Yo me imaginaba que dejaría el camino llano para pasar con facilidad; pero no, lo único que hizo fue sacar las piedras grandes. Nunca falta un vivo que empezó a pedir 10 soles por carro, según él, eso estaba pidiendo el conductor de la excavadora para dejar el camino llano. Nadie le dio nada porque mientras estaba pidiendo la excavadora termino de sacar las piedras y se fue.

El momento de la verdad había llegado, pasar por ese trecho de lodo y huecos no sería sencillo, fui realista, mi auto no pasaría por allí a la primera. Dejé que pasaran un par de autos y tres camionetas antes para que allanaran el camino. Llegó mi turno, me encomendé a los dioses de las llantas y la suspensión y aceleré. Patiné, reboté, salpiqué lodo por todos lados, pero logré llegar al otro lado sin ningún problema. Lo menciono porque tan feo estaba ese tramo que el auto que iba delante del mío quemó su embrague de tanto patinar, y adivinen quién fue, el que pedía 10 soles. Bueno, todos pudimos pasar y seguir nuestro camino, toda la carretera estaba cubierta de lodo y por partes había que pasar por charcos profundos.

Al final llegamos a casa sanos y salvos, cansados, llenos de tierra, con dos kilos de membrillo y una buena historia que contar. Era la una de la mañana cuando llegamos. Al día siguiente supimos en las noticias que muchas familias habían perdido todo por los huaycos que también habían caído en Chosica.


Puedes ver más fotos en el álbum de Facebook.


Prepárate para el viaje

Distancia: 44 km (desde el óvalo de Cieniguilla).
Asfaltado: 36.5 km.
Tierra: 7.5 km (en regular estado, desde lo último de Cieneguilla hasta Chontay).
Grifos: No vi ninguno en toda la ruta, de preferencia abastecerse en Cieneguilla.
Restaurantes: En Nieve Nieve, Antioquía, y algunos a lo largo del camino.
Dónde quedarse: Hospedaje Villa Clorinda y la casa Municipal.
Sugerencia: No ir en época de lluvias (enero - marzo).
Mapa:



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