Después de nuestra travesía nocturna por la puna llegamos a Huayllay. A pesar de lo poco que vi, el pueblo es bonito y tuvimos que dejarlo así como llegamos. Pasamos por Vicco y fuimos hasta el lago Junín, el segundo más grande del Perú, pero fue una visita como decir: se mira pero no se toca. En la ciudad de Junín sólo paramos para comprar mandarinas y echar combustible. Finalmente llegamos a Tarma para dormir y arreglar el auto. A veces en nuestros viajes las cosas no salen como las planeamos. El plan original fue ir hasta Huayllay, visitar el bosque de piedras y seguir hacia Tarma y selva central; pero en el camino visitando otros pueblos y demoramos más de lo pensado. De todas maneras, al final de cada viaje, siempre se aprende algo.
Ahora siento que estoy en deuda con estos lugares y no veo el momento de ir nuevamente para recorrerlos y conocerlos como debe ser. Aquí les comparto un poco de cómo nos fue.
Ahora siento que estoy en deuda con estos lugares y no veo el momento de ir nuevamente para recorrerlos y conocerlos como debe ser. Aquí les comparto un poco de cómo nos fue.
Mucho frío
Como les había contado en el post anterior en Huayllay no faltan los hospedajes, elegimos uno en la plaza y salimos rápidamente a buscar trucha frita guiados por el olfato. La idea era comer, descansar un poco e ir a la plaza para celebrar fiestas patrias con todo el pueblo.
La noche estaba demasiado fría, pero la gente se veía muy alegre. Los niños jugaban y correteaban mientras los adultos conversaban o cantaban las canciones que entonaba la orquesta. Para ellos el frío no era problema.
La noche estaba demasiado fría, pero la gente se veía muy alegre. Los niños jugaban y correteaban mientras los adultos conversaban o cantaban las canciones que entonaba la orquesta. Para ellos el frío no era problema.
El restaurante estaba lleno de gente y mientras esperábamos las truchas se fue quedando vacío. Ahora sin gente hacía más frío, un buen ejemplo de lo que significa calor humano. Llegaron nuestras truchas y no duraron ni 10 minutos en el plato por el hambre que teníamos. Para cuando terminamos de comer el frío era tanto que la puerta de vidrio del restaurante tenía gotitas de agua por la condensación del vapor, así como en las refrigeradoras de gaseosas y cervezas en los supermercados. No lo pensamos dos veces y preferimos entrar al hospedaje y no salir más. Nos perdimos la celebración.
Aunque estábamos cansados no pudimos dormir, dábamos vueltas en la cama y no conciliábamos el sueño. Ni idea de lo que nos estaba pasando. En la madrugada comprendimos que las 5 frazadas más la colcha de polar que teníamos encima eran demasiado. Quitamos 4 frazadas y nos quedamos dormidos.
Al día siguiente nos levantamos tarde. Yesy y Camila estaban como si nada, yo seguía cansado por la mala noche y para mi la combinación de mala noche y altura es igual a soroche multiplicado por dos. No tenía ánimos de recorrer el pueblo ni mucho menos el bosque de piedras. Con el malestar que llevaba encima lo máximo que camine fue hasta el auto que estaba a una cuadra del hotel. Felizmente la carretera que sale de Huyllay pasa entre las formaciones rocosas y pudimos ver algo del bosque, de lejitos, mientras salíamos del pueblo.
Bosque de piedras saliendo de Huayllay. |
La foto es mala, pero desde la carretera las rocas realmente parecen un bosque. |
Chinchaycocha
Dejamos el bosque de piedras atrás. El paisaje no era nada parecido al del día anterior, ahora teníamos un gran llano con uno que otro cerro solitario en el horizonte. Sabían que a estos cerros se les denomina oteros.
La carretera que sale de Huayllay está asfaltada. Llegamos a un pequeño pueblo donde se dividía el camino. Según el GPS debíamos continuar por la izquierda para llegar a la Carretera Central, pero esta ruta no estaba asfaltada. Escogimos el de la derecha que estaba asfaltado y nos encontramos con muchos desvíos y a pesar que hay señales que indican por dónde ir nos perdimos, dimos un par de vueltas entre los pequeños pueblos y finalmente llegamos a Vicco, un pueblo con una plaza y una iglesia muy bonitas.
Vicco es la entrada desde el norte al lago Junín, también conocido como Chichaycocha que en quechua quiere decir Lago del gato andino, y en este lago es donde inicia el río Mantaro. Del pueblo sale una carretera que va por la orilla oeste y que luego se une con la Carretera Central en la ciudad de Junín, y como ambas nos llevaban al mismo lugar decidimos bordeando el lago como para conocerlo sin tener que bajar del auto.
Hasta allí llegó la teoría, en la práctica fue otro cantar. Para empezar solo el inicio del camino estaba asfaltado, después de pasar la plaza la carretera se convirtió en una camino afirmado, tierra plana con piedritas sueltas, estaba en buen estado y era divertido conducir sobre ella, pero no queríamos más trochas para este viaje. Sólo llegamos hasta San Pedro de Pari, ahí, a la orilla del Chichaycocha existe una iglesia que data de los primero años del 1600, fuimos un poco más allá y la carretera empezó a alejarse y elevarse de la orilla no podíamos ver completamente el lago, a la altura del poblado de Ondores (a unos 20 km de Pari) la carretera vuelve a estar en la orilla, pero ya no estábamos para trochas y dimos media vuelta. Dejamos el lago para otra ocasión.
Dicen que el lago lleva ese nombre porque en la zona habitan los gatos andinos (felis colocolo), no vimos ninguno, pero sí nos topamos con unos de flamencos que alegraron el paisaje.
No sabíamos cuánto nos faltaba para llegar a Tarma, por alguna razón el GPS no podía calcular la ruta, ni la distancia. Al no saber cuanto nos faltaba por recorrer, era necesario ponerle combustible al auto, no lo habíamos llenado desde que salimos de Lima y no queríamos quedarnos parados sin gasolina en medio de la carretera. Pero era 28 de julio, y al parecer los grifos de la zona se tomaron muy en serio el feriado, mucho más porque cayó en domingo, pues ninguno estaba abierto.
Llegamos a la ciudad de Junín más rápido de lo que había imaginado. Entramos a la ciudad buscando grifos, pero encontramos el mercado y aprovechamos en comprar mandarinas, 3 kilos, teníamos mucha sed y nada como una dulce y jugosa mandarina para aplacarla.
Dimos algunas vueltas a la ciudad buscando la plaza y no la encontramos. Salimos hacia la carretera y antes de salir de la ciudad encontramos, al fin, un grifo abierto. Llenamos el tanque, y ahora más tranquilos, salimos hacia Tarma.
A partir de allí el camino fue en bajada, mucho más fácil. Pasamos por la pampa de Junín tratando de recordar lo que nos habían enseñado en el colegio. Al poco tiempo llegamos al desvió para Tarma. La carretera era de subida y estaba en construcción... qué mala suerte. Lentamente llegamos a la parte más alta de la carretera, el paisaje me hacía recordar algo... y claro, después de haber usado por más de 10 años Windowas XP, contemplar un paisaje como ese era como estar en el fondo de escritorio de ese sistema operativo.
Como ya me imaginaba qué era lo que andaba mal con el auto me agaché a dar un vistazo y en efecto, el tubo de escape se había roto. Eso explicaba el ruido infernal que hacíamos al andar. Fuimos al restaurante a llenar el estómago y a matar la sed con una jarra de limonada heladita. Encontramos un hotel a una cuadra de la plaza, en el jirón 2 de mayo.
Aprovechamos el resto de la tarde para caminar por la plaza, había un escenario en medio de ella que me desanimó de tomar fotos. Regresamos al hotel por la noche y nos quedamos dormidos escuchando a Gustavo Cerati que cantaba desde el escenario de la plaza, quien quiera que haya sido en verdad que cantaba igualito.
Al día siguiente me dediqué a buscar un lugar para reparar el tubo de escape, era 29 de julio, seguíamos de feriado, pero tenía esperanzas de encontrar algún taller abierto. Después de recorrer casi toda la ciudad encontré un maestro soldador, pasé media mañana allí esperando que el maestro haga la magia y escuchando las recomendaciones que me hacía de a dónde ir y qué conocer en Tarma.
Con el escape del auto reparado regresé al hotel por Yesy y Camila, ahora tocaba tomar desayuno, aunque por la hora más nos convenía almorzar. Salimos en busca de un restaurante y casi frente al hotel encontramos uno que pasaba desapercibido, entramos con desconfianza a preguntar si ya había comida pues aún no era medio día y nos dijeron que sí.
El restaurante era sencillo, pero la experiencia fue de primera, la comida estuvo deliciosa y el personal se esmeró por atendernos bien, y todo a un buen precio.No es mi intención hacer publicidad, pero si desean ir pueden encontrar este restaurante a la mitad de la cuadra 6 del jirón 2 de mayo. Hace poco estuvimos nuevamente en Tarma (noviembre, 2016), es una pena; pero este restaurante ya no funciona.
Llegar a Acobamba fue fácil, está a pocos kilómetros de Tarma, por la carretera que va hacia la selva. Pero el Señor de Muruhuay no me guió hasta su santuario, sino el GPS, que, por cierto, aquí si quiso funcionar llevándonos por la ruta más corta y a la vez más empinada y escabrosa que existe para el santuario. Llegamos rápidamente, fue una subida difícil y directa.
El Señor de Muruhuay es la imagen de Cristo pintada sobre una roca y la historia de este lugar va más o menos así: Hace mucho tiempo una epidemia de viruela atacó la zona y se estableció un albergue para los enfermos, de allí que Muruhuay quiere decir casa de la viruela en quechua. Luego en una de las rocas rojizas en la quebrada de la Tranca apareció una mancha en forma de cruz sobre la cual pintaron la imagen de Cristo.
En verdad que el santuario es impresionante esta construido como saliendo de la roca; pero yo esperaba otro diseño, no es que esté mal, sino que me lo imaginaba con un diseño más antiguo, como las típicas iglesias de la sierra. No entramos porque había mucha gente, así que también queda pendiente para otra visita; pero Camila si aprovecho para subirse una llama.
Mientras estábamos en el santuario vimos por dónde subían las combis con turistas, por ahí debíamos bajar, el camino es largo comparándolo por el que subimos. Pasamos Acobamba, pasamos Tarma y llegamos a la carretera en construcción sólo que ahora de subida.
Ya en la carretera Central todo fue cuesta abajo. Rápidamente llegamos a la Oroya; pero no podemos decir lo mismo del resto del camino. Nos encontramos con el tráfico que tanto quería evitar y que fue la razón para tomar la carretera que va por Canta como ruta alterna. En una larga columna avanzábamos lentamente detrás de los buses y camiones. Todos estaban apurados, todos querían adelantar. Alguien me adelantaba, más allá yo lo adelantaba y luego me volvía a adelantar, y así todos se adelantaban, algunos más apurados e imprudentes que otros, por eso prefiero evitar ese tipo de tráfico. Salimos de Acobamba a las dos de la tarde, llegamos a Ticlio a las cinco. No sé si tres horas es el tiempo oficial para ese trayecto, pero el tráfico lo hizo interminable y aburrido.
En Ticlio paramos para estirar las piernas y tomarnos fotos, de paso presentarle la nieve a Camila. Entramos por el camino de tierra que se dirige por la laguna hacia el nevado. Todos estaban tomándose fotos allí. Camila estaba emocionada por conocer la nieve. Nos tomamos las fotos de rigor, y subimos al auto para regresar a la carretera; pero, como siempre, mi curiosidad pudo más y terminamos siguiendo ese camino hacía el otro lado de la montaña, valió la pena, el paisaje era mejor.
A partir de Ticlio el camino fue más que aburrido. Paramos en San Mateo para comer y allí llegó la noche, con ella perdimos la noción del tiempo y ya ni recuerdo a qué hora llegamos a Lima. El resto del viaje sólo nos acompañó la música que había puesto y Camila que, muy preocupada, de rato en rato nos decía que tengamos cuidado con el lobo porque sale de noche y vivía en esas montañas.
Otero. |
La carretera que sale de Huayllay está asfaltada. Llegamos a un pequeño pueblo donde se dividía el camino. Según el GPS debíamos continuar por la izquierda para llegar a la Carretera Central, pero esta ruta no estaba asfaltada. Escogimos el de la derecha que estaba asfaltado y nos encontramos con muchos desvíos y a pesar que hay señales que indican por dónde ir nos perdimos, dimos un par de vueltas entre los pequeños pueblos y finalmente llegamos a Vicco, un pueblo con una plaza y una iglesia muy bonitas.
Vicco es la entrada desde el norte al lago Junín, también conocido como Chichaycocha que en quechua quiere decir Lago del gato andino, y en este lago es donde inicia el río Mantaro. Del pueblo sale una carretera que va por la orilla oeste y que luego se une con la Carretera Central en la ciudad de Junín, y como ambas nos llevaban al mismo lugar decidimos bordeando el lago como para conocerlo sin tener que bajar del auto.
Hasta allí llegó la teoría, en la práctica fue otro cantar. Para empezar solo el inicio del camino estaba asfaltado, después de pasar la plaza la carretera se convirtió en una camino afirmado, tierra plana con piedritas sueltas, estaba en buen estado y era divertido conducir sobre ella, pero no queríamos más trochas para este viaje. Sólo llegamos hasta San Pedro de Pari, ahí, a la orilla del Chichaycocha existe una iglesia que data de los primero años del 1600, fuimos un poco más allá y la carretera empezó a alejarse y elevarse de la orilla no podíamos ver completamente el lago, a la altura del poblado de Ondores (a unos 20 km de Pari) la carretera vuelve a estar en la orilla, pero ya no estábamos para trochas y dimos media vuelta. Dejamos el lago para otra ocasión.
Dicen que el lago lleva ese nombre porque en la zona habitan los gatos andinos (felis colocolo), no vimos ninguno, pero sí nos topamos con unos de flamencos que alegraron el paisaje.
Carretera oeste de la laguna de Junín. |
Flamencos a más de 4,000 metros de altura. |
Mandarinas y Windows
Nuevamente en Vicco salimos hacia la Carretera Central, aunque el nombre de carretera de los huecos donde entra la mitad de la llanta de un camión no le vendría mal porque desde que tomamos la carretera hasta Junín encontramos numerosos huecos donde verdaderamente la llanta de un camión podía entrar hasta la mitad, así que a conducir con cuidado. De todas formas no podíamos ir tan rápido, al auto lo sentía algo lento y pesado, además de sonoro; el golpe que le habíamos dado la noche anterior me estaba empezando a preocupar, aunque el sonido que hacía me estaba haciendo pensar en una posibilidad no tan pesimista.No sabíamos cuánto nos faltaba para llegar a Tarma, por alguna razón el GPS no podía calcular la ruta, ni la distancia. Al no saber cuanto nos faltaba por recorrer, era necesario ponerle combustible al auto, no lo habíamos llenado desde que salimos de Lima y no queríamos quedarnos parados sin gasolina en medio de la carretera. Pero era 28 de julio, y al parecer los grifos de la zona se tomaron muy en serio el feriado, mucho más porque cayó en domingo, pues ninguno estaba abierto.
Llegamos a la ciudad de Junín más rápido de lo que había imaginado. Entramos a la ciudad buscando grifos, pero encontramos el mercado y aprovechamos en comprar mandarinas, 3 kilos, teníamos mucha sed y nada como una dulce y jugosa mandarina para aplacarla.
Dimos algunas vueltas a la ciudad buscando la plaza y no la encontramos. Salimos hacia la carretera y antes de salir de la ciudad encontramos, al fin, un grifo abierto. Llenamos el tanque, y ahora más tranquilos, salimos hacia Tarma.
A partir de allí el camino fue en bajada, mucho más fácil. Pasamos por la pampa de Junín tratando de recordar lo que nos habían enseñado en el colegio. Al poco tiempo llegamos al desvió para Tarma. La carretera era de subida y estaba en construcción... qué mala suerte. Lentamente llegamos a la parte más alta de la carretera, el paisaje me hacía recordar algo... y claro, después de haber usado por más de 10 años Windowas XP, contemplar un paisaje como ese era como estar en el fondo de escritorio de ese sistema operativo.
Aquí se llevó a cabo la batalla de Junín. |
Dentro de Windows XP camino a Tarma. |
Un poco de Tarma
El descenso a Tarma fue accidentado, mucho tráfico, polvo y baches ─espero terminen rápido de arreglar la carretera─. Cundo llegamos, Tarma nos recivió llena de vida, a diferencia de Junín que parecía una ciudad fantasma. Buscamos rápidamente la plaza y sin querer terminamos pasando por el mercado. Allí empecé a escuchar un sonido como de campanitas cada vez que paraba por el tráfico, ya podía adivinar qué era lo que se había roto en el carro. Llegamos a la plaza y encontramos un pequeño espacio para estacionar frente a un restaurante, eso fue perfecto. Bajamos del carro y vaya que estar 1,500 msnm menos hacen una gran diferencia. Tarma está a unos 3,000 msnm, pero para nosotros era como estar en la costa.Como ya me imaginaba qué era lo que andaba mal con el auto me agaché a dar un vistazo y en efecto, el tubo de escape se había roto. Eso explicaba el ruido infernal que hacíamos al andar. Fuimos al restaurante a llenar el estómago y a matar la sed con una jarra de limonada heladita. Encontramos un hotel a una cuadra de la plaza, en el jirón 2 de mayo.
Aprovechamos el resto de la tarde para caminar por la plaza, había un escenario en medio de ella que me desanimó de tomar fotos. Regresamos al hotel por la noche y nos quedamos dormidos escuchando a Gustavo Cerati que cantaba desde el escenario de la plaza, quien quiera que haya sido en verdad que cantaba igualito.
Al día siguiente me dediqué a buscar un lugar para reparar el tubo de escape, era 29 de julio, seguíamos de feriado, pero tenía esperanzas de encontrar algún taller abierto. Después de recorrer casi toda la ciudad encontré un maestro soldador, pasé media mañana allí esperando que el maestro haga la magia y escuchando las recomendaciones que me hacía de a dónde ir y qué conocer en Tarma.
Con el escape del auto reparado regresé al hotel por Yesy y Camila, ahora tocaba tomar desayuno, aunque por la hora más nos convenía almorzar. Salimos en busca de un restaurante y casi frente al hotel encontramos uno que pasaba desapercibido, entramos con desconfianza a preguntar si ya había comida pues aún no era medio día y nos dijeron que sí.
El restaurante era sencillo, pero la experiencia fue de primera, la comida estuvo deliciosa y el personal se esmeró por atendernos bien, y todo a un buen precio.
Me permitieron sacar fotos del local. |
El cocinero me pilló tomando fotos. |
Guíame Señor de Muruhuay
Muchas veces he visto esa frase ya sea como sticker en los micros o pintada en la parte trasera de los camiones, y ahora estando tan cerca no podía desperdiciar la oportunidad de conocer a quien muchos conductores se encomiendan. Luego de la suculenta comida, salimos hacia Acobamba, donde se encuentra el Santuario al Señor de Muruhuay.Llegar a Acobamba fue fácil, está a pocos kilómetros de Tarma, por la carretera que va hacia la selva. Pero el Señor de Muruhuay no me guió hasta su santuario, sino el GPS, que, por cierto, aquí si quiso funcionar llevándonos por la ruta más corta y a la vez más empinada y escabrosa que existe para el santuario. Llegamos rápidamente, fue una subida difícil y directa.
El Señor de Muruhuay es la imagen de Cristo pintada sobre una roca y la historia de este lugar va más o menos así: Hace mucho tiempo una epidemia de viruela atacó la zona y se estableció un albergue para los enfermos, de allí que Muruhuay quiere decir casa de la viruela en quechua. Luego en una de las rocas rojizas en la quebrada de la Tranca apareció una mancha en forma de cruz sobre la cual pintaron la imagen de Cristo.
En verdad que el santuario es impresionante esta construido como saliendo de la roca; pero yo esperaba otro diseño, no es que esté mal, sino que me lo imaginaba con un diseño más antiguo, como las típicas iglesias de la sierra. No entramos porque había mucha gente, así que también queda pendiente para otra visita; pero Camila si aprovecho para subirse una llama.
El regreso y el otro lado de Ticlio
Solo llegamos hasta Muruhuay, al día siguiente teníamos que trabajar y la hora era adecuada para regresar y llegar a Lima temprano. La selva central sigue siendo esquiva para nosotros.Mientras estábamos en el santuario vimos por dónde subían las combis con turistas, por ahí debíamos bajar, el camino es largo comparándolo por el que subimos. Pasamos Acobamba, pasamos Tarma y llegamos a la carretera en construcción sólo que ahora de subida.
Ya en la carretera Central todo fue cuesta abajo. Rápidamente llegamos a la Oroya; pero no podemos decir lo mismo del resto del camino. Nos encontramos con el tráfico que tanto quería evitar y que fue la razón para tomar la carretera que va por Canta como ruta alterna. En una larga columna avanzábamos lentamente detrás de los buses y camiones. Todos estaban apurados, todos querían adelantar. Alguien me adelantaba, más allá yo lo adelantaba y luego me volvía a adelantar, y así todos se adelantaban, algunos más apurados e imprudentes que otros, por eso prefiero evitar ese tipo de tráfico. Salimos de Acobamba a las dos de la tarde, llegamos a Ticlio a las cinco. No sé si tres horas es el tiempo oficial para ese trayecto, pero el tráfico lo hizo interminable y aburrido.
En Ticlio paramos para estirar las piernas y tomarnos fotos, de paso presentarle la nieve a Camila. Entramos por el camino de tierra que se dirige por la laguna hacia el nevado. Todos estaban tomándose fotos allí. Camila estaba emocionada por conocer la nieve. Nos tomamos las fotos de rigor, y subimos al auto para regresar a la carretera; pero, como siempre, mi curiosidad pudo más y terminamos siguiendo ese camino hacía el otro lado de la montaña, valió la pena, el paisaje era mejor.
Llegando a Ticlio. |
Camila con un trozo de hielo. Lo trajo como recuerdo, pero se derritió. |
Al otro lado de la montaña la vista es mejor. |
Nevado Anticona. |
A partir de Ticlio el camino fue más que aburrido. Paramos en San Mateo para comer y allí llegó la noche, con ella perdimos la noción del tiempo y ya ni recuerdo a qué hora llegamos a Lima. El resto del viaje sólo nos acompañó la música que había puesto y Camila que, muy preocupada, de rato en rato nos decía que tengamos cuidado con el lobo porque sale de noche y vivía en esas montañas.
Esta aventura inició aquí.
Puedes ver más fotos en el álbum de Facebook.
Mapa: este mapa es de la ruta que seguimos de Huayllay hasta Tarma.
Por: Jorge David Cachay Salcedo
Hola Jorge! Permiteme felicitarte por el blog! Esta genial...
ResponderEliminarUna consulta, quiero salir de viaje este feriado y estaba pensando en realizar la ruta que describes aqui en dos posts (ruta a Huayllay y luego el retorno a Lima).
Lo que me gustaria es salir de Lima y hacer un circuito, es decir, no salir y volver por el mismo camino. No tengo experiencia viajando a la sierra en auto. Mi auto es una Suzuki Vitara con capacidad de 55litros (aprox 14 galones) y motor 2.4.
Quisiera saber, por favor, cuantos dias te demoraste desde que saliste de Lima hasta que volviste y en que lugares pasaste la noche. Tambien, quiza me puedas contar donde hay mas hospedajes/hoteles o donde es mas propicio para planear pasar la noche haciendo esta ruta. No tengo experiencia viajando en auto por la sierra.
Estoy pensando en salir el 28 al mediodia y volver el 31 a Lima (con posibilidad de 1ro en caso de contingencia.
Muchas gracias!
Gonzalo
Hola Gonzalo. Gracias.
EliminarQue pena que no pude responderte antes para poder ayudarte. Me fui de viaje el para fiestas patrias y cuando viajo suelo desconectarme del mundo. Espero que hayas podido viajar por esa ruta y te haya ido bien. Si gustas, cuéntanos como te fue.
Saludos.
Hola este me parece un buen blog para comentar mis experiencias....como a ustedes también me gusta viajar en mi auto y también en moto...para mi es mas chévere la moto...pero por comodidad y seguridad a veces también lo hago en moto...a ver...
ResponderEliminarHice esa ruta saliendo de lima - Huaral - collpa - huallay - lago junin - junin - la oroya - lima...es muy chévere salvo la parte de la carretera central que como indican es un peligrosa por las personas que actúan irresponsablemente.
También se puede hacer la ruta lima - canta - cordillera la viudad - huallay - junin - carretera central...en ambos casos buena parte de subida hasta huallay es trocha.
Lo mejor de la ruta es que Collpa hay baños termales y también cuando llegas a Huallay tienes los baños termales La Calera...osea después de conducir llegas a relajarte de lo lindo...en ambos lugares hay hospedajes.
El paisajes de marzo a junio es el mejor no hay lluvias y esta todo verde, solo que en la puna encontraras poca nieve.
Todo muy chévere.
Gracias por compartir tu experiencia. Tendré en cuenta esa ruta por Collpa para la próxima que vaya por ahí.
EliminarSaludos.
muy bueno el viaje y los paisajes lo maximo
ResponderEliminarGracias por el comentario. Viajar en auto por el Perú es lo máximo.
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